Las cunitas de Mariano
La firma de Setefilla García-Cobos en Hoy por Hoy Jerez
Jerez de la Frontera
Las cunitas de Mariano.
Hace unos días publicaron en uno de mis grupos de WhatsApp, una foto de las cunitas de Mariano. Unas barquitas de madera que se balanceaban por impulso del ocupante hasta que Mariano echaba el freno.
En cuestión de segundos, mi mente me trasladó a mi infancia. Mis padres me montaban en esas barcas ubicadas cerca de la iglesia del Perpetuo Socorro, aunque eran itinerantes y se iban instalando en distintos puntos de Jerez. A mi lado siempre estaba mi padre y mi madre mirándome mientras me paseaba.
La infancia, ¡qué bonita etapa de la vida! Éramos felices con cosas sencillas: saltando a la comba, jugando al tocaté, al matar… Me recuerdo cortando jaramagos antes de subir a casa para llevárselo a mi canario. La vida de barrio nos permitía jugar en la calle hasta que oscurecía, con la percepción de que el mundo era seguro.
Soñábamos con ser madres, y con nuestras amigas, las vecinas, le preparamos la comida a las muñecas en la cocina de juguete, imaginábamos que le cambiábamos los pañales y que le poníamos inyecciones cuando enfermaban.
Y para mí, lo mejor de todo llegaba, cuando mis padres me compraran cuadernos y lápices nuevos; hasta el olor de la goma de borrar me gustaba. Y era feliz. Muy feliz. Y es que como dijo Platón: “la más grande de las riquezas es vivir contento con poco”.
Y el tiempo fue pasando, y el anhelo de ser mayores se hizo realidad y empezamos a enfrentarnos a un mundo en donde los unicornios no existen, donde tus muñecas se convierten en hijos, y con ellos sin darte cuenta afloran las responsabilidades, los miedos, los desvelos, las lágrimas y también las alegrías; y las reglas del juego de la vida se alteran.
Pero lo que nunca cambia, aunque te hagas mayor, es el amor incondicional, eterno e infinito de tus padres. Ellos, aquí en la tierra como en el cielo, siempre te acompañan, viendo como te paseas en las cunitas de Mariano, velando por ti, para que no te caigas.