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Andrés Recio homenajea a Miguel Ríos

«Fue en “El Río” de Miguel donde aprendimos a ser generosamente libres, y allí entendimos que el primer amor está hecho de arrebatada pasión»

La columna de Andrés Recio

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03:20

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Morón de la Frontera

Hace días se celebraba el ochenta cumpleaños de Miguel Ríos. Representados en la imagen del chico de Granada se vivieron en España los primeros síntomas de transgresión y de cambio en un país oscuro y triste que ya asomaba el cuello por el brocal del pozo a ritmo de rock and roll electrizante y de un inconformismo ya desatado y campeador. Con Miguel volvimos a Granada los jóvenes que aún no conocíamos por aquél entonces la ciudad mágica de sultanes y califas. Con Miguel tuvimos una cita a ciegas en un parque que nos despeinó el corazón, nos abrió cientos de puertas y nos cerró los ojos a los que definitivamente decidimos que era mejor ver desde adentro. Fue él quien vaticinó en su “Año 2000”, de 1982, que "míster chip" controlaría nuestros sueños y nuestras vidas. Fue en “El Río” de Miguel donde aprendimos a ser generosamente libres, y allí entendimos que el primer amor está hecho de arrebatada pasión, de piel estremecida, de torpes palabras y manos indecisas.

Con él bailamos un Rock and Roll en la plaza del pueblo, descamisados, y enfebrecidos por el alcohol y por unos nervios mal contenidos que esperaban aquél instante frenético en el que los primeros acordes de "Bienvenidos" rompían los complots y los disimulos, enardecían sin piedad a los tímidos y abarrotaban de felices epilépticos las pistas de baile y las plazas de España. Él nos advirtió que el rock and roll es un bumerán que, triunfante, y a pesar de algunas aciagas travesías del desierto, volvería una y otra vez a nuestras vidas. Y con él asimilamos que no éramos la “generación límite”, a pesar de que un “caballo llamado muerte” cabalgaba desbocado a lomos de una desinformación y una ignorancia, por aquellos entonces, no voluntarias.

Y todo bajo los auspicios de una rueda de la fortuna sobre cuyo eje giraban la esperanza y el desconcierto junto con una ilusión y unas ganas desbordantes por abrazar la vida y el futuro. Con la gira “Rock and Ríos” el granadino cambió el panorama musical español grabando un doble disco en directo que supuso un salto cualitativo sin parangón en el panorama musical español. Se convirtió por derecho propio en la banda sonora de una democracia que entonces sí sabía a verdadera gloria bendita. Hoy podemos decir que el paso de Miguel Ríos -el querido Mike- por la música española fue -y sigue siendo- un regalo tan impagable como su “Himno a la Alegría”, aquel himno que nos invitaba a indagar en el amor humano, pero no en esta tierra, sino en algún lugar más allá de las estrellas. Allí, y sólo allí, el único sitio utópico, y por lo tanto el único posible, donde los hombres tal vez vuelvan, algún día, a ser hermanos.

 
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