El milagro de la generosidad

Jerez de la Frontera

Cuando ves a tu hijo sufrir.

Cuando ves a tu hijo, sangrar.

Cuando ves a tu hijo, deteriorarse día a día.

Cuando sabes que tu hijo puede morir en cuestión de poco tiempo.

Y como madre no puedes hacer nada, solo cuidarlo, quererlo, y hacerle soñar en el milagro de la generosidad de algún desconocido, que donará un órgano para él.

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Y el tiempo sigue pasando.

Y el mundo sigue girando.

Y las maletas siguen pacientes en el coche viendo pasar los meses.

Y vives pegada a tu teléfono móvil esperando esa bendita llamada.

Y un día sin esperarlo suena y te sorprende en medio de tu cotidianidad. Y escuchas una voz al otro lado que te comunica que hay un órgano que puede ser compatible con tu hijo. Y lo primero que haces es mirar al cielo y decir en voz alta “gracias Dios mío” y muchas lágrimas corren por tus mejillas.

A partir de entonces todo se convierte en prisas, para llegar a tiempo; y en miles de oraciones de personas queridas, rezando para que todo salga bien. Y se siente el cariño de todos y cada uno de ellos. Y te reconforta.

Y entre tanta alegría, te paras un momento y reflexionas sobre el dolor de esa familia que ha perdido a un ser querido. Y le pides a Dios consuelo para ellos y paz en sus corazones.

Y desde dentro de ti brota el agradecimiento más sincero, que nunca has experimentado, y le dices al donante: gracias, muchas gracias, por no llevarte al cielo lo que tanta falta le hacía a mi hijo, aquí en la tierra.