Hacia la gran desconexión

Sevilla

Es cuestión de cuatro días más. Los palcos ya condicionan el tráfico en la principal arteria de acceso al corazón del Centro: la Avenida. El tranvía tiene un recorrido abreviado. Los horarios comerciales cambiarán. La lista de tapas de los bares se modificará. La agenda de los políticos se adaptará. Todo quedará orillado hasta el Domingo de Resurrección incluido.

El mundo, claro, seguirá girando, los telediarios continuarán dando cuenta de Biden, Trump, Palestina, Israel, los mensajes del Papa en la audiencia general, la falta de presupuestos generales del Estado, las elecciones vascas y catalanas… Y nosotros viviremos una gran desconexión. Les guste o no la Semana Santa, la vivan o traten de huir de ella, nadie se librará del efecto del estruendo de los tambores ni de la incidencia que tiene en la vida cotidiana de esta ciudad.

Se pueden evitar las cofradías, pero no la Semana Santa. La ciudad asume su propio ritmo por unos días y parece desconectarse del resto del planeta. Hay quien cree que es una suerte de “estado del bienestar” en clave local, otros lo ven directamente como un lastre.

Aprovechen estos días porque el viernes todo cambia de verdad durante más de una semana. De hecho ya ha cambiado la luz. Y este fin de semana nos hemos echado a la calle como si hubiéramos estado encerrados en una cueva, enclaustrados en nuestro particular invierno. La ciudad está a punto de mudar de piel por muchos días. Y a algunos les parecerán pocos.