Capitalidad

Jerez de la Frontera

Hace unos días, la Alcaldesa de Jerez anunciaba que “febrero sería el mes de despegue de la Capitalidad”. Lo hacía en el marco de esa suerte de feria de las vanidades político-turísticas que es Fitur y se refería al relanzamiento de la candidatura de Jerez a la Capitalidad Cultural de Europa en 2031.

Como febrero ya está bien entrado, convendría hacer algunas consideraciones. La primera es que la “candidatura” jerezana, de momento, no pasa de ser un sueño ilusionante, al que ni tan siquiera se le han puesto las bases para su pista de despegue: me refiero a la inexistencia de una oficina profesional de la Capitalidad, suficientemente dotada -–técnica y económicamente— y capaz de gestionar un plan estratégico que compita con los de otras ciudades aspirantes que nos llevan, ya, varios cuerpos de ventaja: es el caso de Burgos, que repite candidatura tras su fiasco en 2016. Dicho plan estratégico --participado por las Instituciones de todo tipo, el sector privado y la ciudadanía— deberá conjugar eficazmente el doble objetivo de la convocatoria: integración plena en las señas de identidad europea y que el viaje hacia la Capitalidad posibilite la concreción de un proyecto de ciudad, donde la cultura deberá desempeñar el rol estelar.

Teniendo en cuenta que, el año próximo, deberá presentarse formalmente la Candidatura y que, en 2027, será la nominación; nuestro Ayuntamiento tendrá que tomarse muy en serio el despejar la gran incógnita que afecta a la credibilidad de la iniciativa: la de su financiación, empezando por la de un agente imprescindible para su éxito como es el Teatro Villamarta.

De no ser así, el sueño de la Capitalidad que, un día, lanzara Paco Camas no será más que otro eslogan propagandístico de corto alcance y, lo que es más grave, otra oportunidad perdida para esta ciudad tan necesitada de reinventarse: para reencontrarse consigo misma.