Respeto y condena
La firma de Raúl Ramírez en Hoy por hoy Jerez
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Jerez de la Frontera
Respeto y condena; por Raúl Ramírez Dorantes
Leía recientemente que en España hay una larga tradición de maltratar efigies y símbolos que van desde la quema de banderas y retratos del Rey hasta la decapitación simbólica de políticos como Rajoy, Abascal o Ayuso.
En la pasada Nochevieja, un puñado de irreductibles se divirtieron o siguieron descargando una amarga frustración, apaleando ante las puertas de la sede del PSOE en Madrid una piñata que pretendía representar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Nunca entendí esa obsesión por el ataque o maltrato, en una sociedad democrática, a los símbolos en los cuales nos podemos sentir representados en mayor o menor medida. Así mismo, no comprendo cuando ante ataques o maltrato a esos símbolos o ante las manifestaciones de políticos, señalando, arengando o directamente inflamando la convivencia, siempre existe un “pero” que matiza el rechazo o la condena.
Frases como yo no soy racista, pero…, o yo no soy machista, pero… denotan una actitud ante la agresión complaciente o justificadora de la misma. Pues exactamente igual ante cualquier maltrato a símbolos, instituciones o personas atacadas.
Las manifestaciones ante las sedes del PSOE, las injurias a instituciones del Estado, como la Corona, las quemas de banderas o los agresivos gestos entre políticos, puede que aún no hayan contagiado a la calle, pero son un pésimo síntoma que hay que revertir. Las democracias corren peligro cuando la clase política no solo no aísla a los extremistas, sino que en ocasiones casi los azuza. Las democracias funcionan mejor cuando las Constituciones se apuntalan con normas no escritas: la tolerancia mutua y la contención son guardarraíles imprescindibles. Los discursos del odio y la frustración tienen consecuencias, y si no echen un vistazo a las páginas de la historia reciente de la humanidad o la nuestra misma.