Arrimadas y el KO

Sevilla

El adiós de la jerezana Inés Arrimadas es el último gancho a la maltrecha mandíbula de Ciudadanos y finiquita cualquier mínima opción de presente y futuro para una formación que termina por besar la lona en un completo KO. Desde que Rivera cometiera uno de los peores errores estratégicos en la historia del parlamentarismo reciente y dilapidara el crédito que le dieron 57 diputados en las cortes, esta formación, la más exitosa en términos de confianza ciudadana de la nueva política española, no ha sabido detener los golpes, comicio tras comicio, hasta quedar sin sentido.

El anuncio de los naranjas de no concurrir a las generales del 23 de julio tras la debacle en las municipales y autonómicas es, en sí mismo, un mal augurio en un país que de un tiempo a esta parte hace política desde las tripas, milita en los bandos y lleva a la ciudadanía a una polarización dañina y anacrónica. La marcha de Ciudadanos, en definitiva, desplaza a los partidos tradicionales a las esquinas del ring. Mal asunto.

Ciudadanos se hundió el mismo día que dejó de ser útil, en el mismo momento en el que perdió la capacidad de llegar acuerdos con socialdemócratas y conservadores para descubrirse como una marca blanca de un PP que se lo ha engullido en tiempo récord. Ahora, la última dirección nacional de los naranjas habla de retirarse a los cuarteles de invierno para lograr “un rearme político e intelectual”, pero tras la salida de Arrimadas, los que quedan en pie acabarán congelados.

Y aquí estamos, en una campaña simplificada hasta lo insultante: acabar con el sanchismo y sus aliados, vociferan unos; entregarse a un gobierno de PP-VOX, alertan otros. Desolador.