Marilyn Monroe y José Luis Garci
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El comentario de Chema Caso en 'La Ventana de Asturias' (13/04/22)
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Asturias
Veo siempre una foto en blanco y negro de la siempre intensamente hermosa Marilyn delante de un cartel de la Uptown, creo que se pronuncia, en el Gran Central de Manhattan con un abrigo con los cuellos medio-arriba que me recuerda al de Brando en el París desolado de El último tango. La sonrisa de Monroe me devuelve a los años aquellos en que a nosotros no nos iba a pasar nada. Creo que es la entrada del metro o que está en la estación del metro, ahora al pedirla en internet y ver a un imbécil fijarse en la ternura intensa de la expresión de ella. Desde un segundo plano que no está en la foto que veo siempre.
Siento una simpatía inmensa por su frente despejada, su sonrisa sincera, su mohín veraz, limpio, claro, espontáneo, creyente de un mundo sin mierda. Después de tanta mierda. Y no sé, o sí, me acuerdo de José Luis Garci y aquel Madrid desolado de la Transición postfranquista, si es que se ha acabado —últimamente me salen los antepresentes que diría el gran Nebrija o el mayúsculo Alarcos sin anunciárseme, así como por casualidad. Aquel Madrid de Los cracks de Germán Areta y su huida hacia la desolación inconsolable.
Todo ello es como el cuento de navidad que el estanquero relata en un plano secuencia maestro y final, como los de Berlanga, en Smoke al escritor. Pero ellos son el gran cine y yo solo un triste y deprimido columnista que habla por la radio los miércoles por la tarde. ¿O seremos los mismos? Yo lo dudo ante la belleza, el talento, la mala leche, la maestría o la amistad de todo aquello.