Bananeros
La firma de Juanma Cifuentes, actor y director teatral
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Firma de opinión | Bananeros, por Juanma Cifuentes
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En este país cuando se hace referencia al termino bananera/o, suele asociarse al de república o “ repúblico” que en estos tiempos tanto monta, monta tanto.
Y es por ello que disfrutamos una vez más de la ironía del lenguaje con la incorporación al mismo de República Bananera.
Nos encontramos con un concepto peyorativo que hace alusión a un país inestable, empobrecido, atrasado, corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor, sometido a la hegemonía de una empresa extranjera, bien sea mediante sobornos a los gobernantes o mediante el ejercicio del poder financiero.
Una realidad que dista mucho de un País como el nuestro.
En fin, con este significado podríamos hablar de República Bananera, de países pobres, de países tercermundistas o “tercermundistos” que últimamente “tonto monta”, “tonta manto”. Otro término también peyorativa para describir algo «de calidad muy deficiente».
Por regla general este Tercer Mundo y estas Repúblicas Bananeras suelen estar lejos del Primer Mundo, justo pasando el Segundo Mundo.
Aquel que nadie sabe dónde se encuentra pero que se haya cerca del Tercero y cuyos límites se identifican por la cantidad de plantaciones de bananas que existen, como todos bien sabemos.
Estas Repúblicas Bananeras exceden todas las normas mínimas de coherencia política.
Pero pobrecitos, bastante tienen con lo que tienen.
Y es allí y sólo allí, donde nos encontramos, entre muchas plantaciones de bananas, sistemas que pudiesen recordar a otros del pasado, cuya idiosincrasia dista mucho de un concepto actual, moderno y coherente, de República.
Por ejemplo, en este Primer Mundo, sería impensable otorgar el poder político a alguien por más de ocho años, pues todos sabemos que es el tiempo suficiente para no caer en la corrupción.
O pertrechar estrategias nada honorables para quitar del poder a alguien por el simple hecho por ejemplo, de considerar que te han estado espiando.
Nosotros y nosotras que “tanto montamos, como montan” no estamos en esas peleas de colegio, infantiles, vacías y absurdas.
En un país sin bananas, se premia al profesional, al especialista, al responsable. A aquel que sabe lo que hace y por tanto es una garantía o “garantio” que “tente minta”, “minta tento”, a la hora de resolver los problemas que nos afectan al conjunto de la población.
Estamos en el Primer Mundo. por Dios, nosotros no tenemos tiempo de “dites y diretes” que afecten al bien de todos y de todas.
Es en un país donde no se comen bananas, que vas más ligero al baño y por tanto tienes más facilidad para pensar y así poder resolver con más coherencia los problemas que afectan a la ciudadanía, a los Países, a los Continentes, al Mundo entero.
En una república como dios manda, el poder político, es independiente del judicial, el judicial del ejecutivo, el ejecutivo del periodístico, el periodístico del religioso, el religioso del cultural, el cultural del administrativo, el administrativo del mismo poder propio, como debe de ser.
En un Primer Mundo, no nos dejamos llevar por el “amiguismo”, ni el favoritismo, ni el corporativismo, ni el intrusismo, ni el “idolatrismo”, ni el “regalismo”, ni el “pelotismo”,ni el Felipismo, ni el Aznarismo, ni por aquellos intereses que se aparten del bien común y de la excelencia social.
Una República carente de potasio, magnesio, hierro, selenio, zinc y calcio.
Es una República moderna, honesta, culta y ejemplar que no se deja influenciar por cosas superfluas, por el bien de la sociedad, o “socieded”, o “sociedod” que “tontin montón” que “montan tonten”.
Bendito destino que nos dispuso en esta posición privilegiada, lejos de los trópicos y exenta de bananos, bananas y bananes que nos dispone ante el Mundo, para ser los adalides o “adalidas” que “monten tintín” que “tintín mantón”, de un talante casi espiritual, en el que el resto de Repúblicas, nos contemplan como referentes, para salir del estado “bananil", en el que se encuentras inmersas.
Todo aquel que no sepa ver las excelencias de esta República privilegiada, debería ser expulsado o expulsada de nuestro sistema para el buen funcionamiento del mismo.
Viva por siempre nuestro Estado y que Dios nos proteja de la “desertización”, pues con ella podría cambiar nuestra condición, al convertir nuestros ahora fecundos campos, en plantaciones de bananas con las que destruir nuestra privilegiada hegemonía Mundial, a la hora de dar lecciones sobre los países del Primer Mundo.