El negocio familiar de cuatro generaciones que pone los capirotes a la Semana Santa cordobesa
El artesano José Arenas asegura que "los capirotes de rejilla, la competencia y dos años de pandemia" han afectado duramente al negocio que fundó su padre y que ahora podría quedarse su nieto
Córdoba
"Hace diez años vendíamos unos 2.000 capirotes de cartón, mientras que a día de hoy hacemos algo más de cien por cada temporada", cuenta José Arenas. Con dieciséis años, empezó a ayudar a su padre en labores de encuadernación en un pequeño local en la Calleja Afligidos, perpendicular a la calle Alfonso XIII. Hoy, cercano a los 90, enseña las labores de la profesión a su nieto, Pablo Lachicas. Sería, de continuar con el oficio, la cuarta generación de una familia que lleva elaborando capirotes para los nazarenos de la Semana Santa en Córdoba desde 1944.
Actualmente, la tienda que abrió en plena posguerra la gestiona la hija de José, Inmaculada Arenas. El negocio, relata José, ha ido evolucionando "poco a poco, porque cada vez venían más hermandades", aunque los métodos de elaboración son los de siempre. En el establecimiento pueden verse patrones de cartón listos para cortar, también una máquina 'grapadora', bobinas de celo, una guillotina, cintas y otros artilugios que vigilan algunos póster de, por ejemplo, Nuestra Señora en sus Tristezas (Hermandad Remedio de Ánimas).
Inicialmente, relata Arenas, "eran las Hermandades quienes nos encargaban los capirotes, pero poco a poco, para que los nazarenos no tuvieran que compartir, se convirtió en una tarea de los seguidores de cada imagen acudir a por este complemento", indispensable para la estación de penitencia. Eso sí, bromea, "hay cosas que no cambian, como que los nazarenos no suelen venir hasta que no quedan quince días para la salida profesional, porque no saben si el capirote del año anterior les servirá". Hay que darle tiempo al cartón, dice a La SER, para que se amolde a la forma del cráneo.
Su trato es personalizado, detalla, "porque cada persona tiene sus medidas, pero es que además no todos los capirotes son iguales, por requerimientos de cada Hermandad". Es un impulso para el negocio familiar, "porque la encuadernación ha bajado mucho, así que ahora durante el resto del año nuestra principal actividad es la producción de cajas de cartón, por ejemplo, para los plateros de Córdoba". Antaño, relata José, llegó a tener dos aprendices contratados de forma permanente, además de a los miembros de su familia.
Cuenta el artesano que, además, se ha puesto de moda el capirote de rejilla, "porque transpira mejor e incorpora una hebilla para adaptarlo a varios tamaños". Eso sí, matiza, "no tiene el mismo encanto y es bastante más caro". De hecho, la diferencia de precio puede alcanzar los 8 euros por unidad.
Ahora, las miradas están puestas en Pablo, que con 20 años avanza en su formación universitaria. "Sería un orgullo para mí continuar con este negocio, porque he estado aquí desde muy pequeño", cuenta emocionado, aunque dice, "hay que buscar formas de que sea una actividad económica sostenible en el tiempo".