Chigres y fútbol

Asturias

Es curioso dónde se encuentra uno con su pasado. Lo mismo que con su porvenir. Hace decir Mayorga en la última a una de sus personajes, en plan Quevedo, que "nada envejece tan deprisa como el futuro". Un poco más allá desarrolla: “la verdad nace donde la intención muere”. Y concluye: "La verdad es la muerte de la intención".

Esto de hoy va de chigres y de fútbol. ¿Quién lo diría? El domingo pasado de la que iba a comer a casa de mi padre paré en un bar de Quintana donde un hombre me cedió un sitio en la barra. Más tarde nos dimos cuenta de que nos conocíamos desde hace mucho tiempo. Como no me acordaba de su nombre, solo acerté a agradecerle cuando se iba al comedor a darle un apretón de brazo. Él, ahora me parece recordar que se llama Luis, tampoco dijo nada. Fuimos vecinos muchos años.

En un bar de Laredo, hay un rollo de papel higiénico con su celofán amarillo de 400 hojas de El Elefante encasquillado en una botella de vino gran reserva de Berberana del 52, creo. Mi memoria me retrotrajo a mis andanzas con Luis Álvarez Lada, Lito, que me descubrió entre tantas otras cosas allá con 17 o 18 el gran Campo Viejo del 64. Y para rematar en el estante de abajo, una caja de sobados pasiegos de nombre Joselín. Con Joselín, fumábamos Ducados, Habanos o Celtas en los recreos Lito y yo en el instituto de Infiestu. Desde entonces, creo, somos buenos amigos aunque no nos veamos.

Viene a cuento también, esto del pasado o el futuro y no reconocerlo, con el cabreo de Luis Enrique porque después de haber mandado parar tras el jorobu, se dice en El Molinón al 5-0, a Ucrania uno de sus futbolistas quiso lucirse con el sexto cuando la brújula Koke Resurrección ordenaba la calma. Al rival, en el deporte y en la vida debe respetársele. Como a los amigos del futuro envejecido y los de la intención de la verdad.