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El Sáhara: ¿la gota que colma el vaso?

La firma de Manuel Ortiz Heras, Catedrático de Historia Contemporánea

Manuel Ortiz

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Firma de opinión | El Sáhara: ¿la gota que colma el vaso?

04:16

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La política exterior nunca ha sido en la España reciente, un asunto que haya ocupado un papel relevante en la agenda política pero tampoco en la social. Más allá de la guerra de Irak, de infausto recuerdo para muchos, pocas sesiones parlamentarias han ofrecido debates de cierta trascendencia. Nos queda muy lejana aquella etapa en la que se discutía sobre la entrada de nuestro país en la OTAN, porque la adhesión a las CEE disfrutó de un auténtico consenso.

En parte por esto, el reciente anuncio del gobierno marroquí de un acuerdo con nuestro gobierno se ha ido abriendo hueco en las agendas y redes sociales hasta desbordar un malestar general, ciertamente instrumentalizado por aquellos del cuanto peor mejor, que arrastra muchos ingredientes y que corre el riesgo de llevarse por el camino la legislatura, justo cuando daba la impresión de que el complicado panorama que nos dejó la pandemia se superaba. Es cierto que la invasión de Ucrania y todos sus derivados han contribuido a crear un clima por momentos irrespirable, aunque será, en todo caso, tema para otra firma.

De repente nos vemos ante un tema, la situación en el Sáhara, que apenas conocemos superficialmente. No se estudia. Aunque formó parte de nuestro país durante casi un siglo y que, en el momento de la descolonización, materializada en 1976 después de la Marcha Verde, aproximadamente 300.000 saharauis disfrutaban de una nacionalidad española que perdieron y los dejó en la impensable situación de apátridas, poco es lo que sabemos de nuestra relación en la antigua provincia norteafricana. En el mejor de los casos y por la encomiable labor de algunas ONG´s, tenemos constancia de la periódica llegada de niñ@s saharuis en verano y, por algunas noticias inconexas, a algunos les consta que aquella población se encuentra, en gran parte, en asentamientos precarios en Mauritania donde malviven desde hace 40 años unos 170.000 refugiados saharauis y que una organización, a la que algunos incluso tildan de terrorista, el Frente Polisario, actúa como su principal agente político que no renuncia a la independencia y a la celebración de un referéndum de autodeterminación cada vez, por cierto, más lejano.

¿Por qué es importante el Sáhara? ¿Porqué precisamente en este complicado contexto se toman unas decisiones que no han sido explicadas al país, ni a los socios de gobierno y a las demás fuerzas políticas? ¿Qué beneficios podemos obtener al normalizar las relaciones diplomáticas con Marruecos, un país de difícil convivencia, pero de imprescindible colaboración? Son sólo algunas preguntas pertinentes para cuyas respuestas deberíamos hacer acopio de información y, al menos, conocer las posiciones de otros actores importantes. Por ejemplo, necesitamos saber que, a pesar de todos los problemas de credibilidad democrática que ofrece hoy el reino alauí, tanto Alemania como Francia, su principal aliado europeo, han apoyado las iniciativas marroquíes y han dejado de lado algunas de las reivindicaciones tradicionales de nuestro país. Por supuesto, hay que tener muy en cuenta la posición de EE. UU. aliado fundamental marroquí que utiliza esta baza en el complicado escenario árabe y que recientemente consiguió la normalización de relaciones entre Rabat e Israel. Y, desde luego, no podemos olvidarnos de Argelia, en estos momentos enemistado con Marruecos y principal abastecedor de gas a nuestro país. Por último, también juega un destacado rol la ONU, que desde 1960, se supone comprometida con garantizar el derecho a la autodeterminación de su población.

Lógicamente, hay que contemplar la presencia española en las plazas de Ceuta y Melilla, pero también en Canarias, emplazamientos que de vez en cuando aparecen entre las reivindicaciones, más o menos vehementes de Mohamed VI. La llegada de inmigrantes a nuestras costas o el masivo asalto de las fronteras españolas en el norte de África, alentadas por Marruecos son otros destacados ingredientes que valorar. En estos cuarenta y seis años un Sahara independiente, pero progresista y pro argelino, no ha sido la solución deseada por España. La tesis de Marruecos, que administra y controla lo que considera sus “provincias del sur”, pasa por la negociación de una autonomía en el Sáhara.

Toda esta perorata para reclamar una necesaria y urgente explicación del gobierno de las decisiones tomadas, para impedir que el malestar aumente y se instrumentalice todavía más, porque no se puede banalizar la justicia de las peticiones de información y sería un gesto de normalización democrática, incluso en una política exterior que se supone debería de ser política de Estado

 
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