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La firma del neurólogo Tomás Segura

Tomas Segura / Cadena SER

Tomas Segura

Firma de opinión | Cerebro y COVID por Tomás Segura

03:14

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Esta semana se publicó en la revista Nature un interesante artículo británico que investigaba la capacidad de SARS-CoV-2, el virus de COVID-19 de lesionar el sistema nervioso central.

Si es indiscutible que durante la fase aguda de la enfermedad muchos pacientes desarrollan alteraciones neurológicas muy variadas, que van desde la falta de olfato hasta la encefalopatía grave, entre algunos componentes prestigiosos de la comunidad médica sigue poniéndose en duda la existencia del así llamado síndrome post-COVID, es decir, el conjunto de síntomas y signos, muchos de ellos neurológicos, que aquejan algunos pacientes meses después de haber superado la enfermedad, incluso aunque durante la fase aguda apenas sufrieran poco más que un catarro.

En las últimas semanas se habían publicado también varios estudios neuropsicológicos que confirmaban que este grupo de pacientes tienen alteraciones cognitivas centradas en el área de la memoria y, sobre todo, en las funciones ejecutivas, es decir, aquellas que nos permiten realizar varias tareas a la vez. Como quiera que estos mismos estudios encuentran también un alto componente de depresión y ansiedad en los pacientes, la discusión se mantiene acerca de si estamos ante un grupo de sujetos que presentan secuelas de lesiones en el sistema nervioso central provocadas por el virus, o ante un grupo de personas que, sometidas a una situación social, laboral y de salud traumática han desarrollado este tipo de trastorno neuropsicológico. Pues bien, en este marco conceptual es donde se entiende la importancia del estudio publicado esta semana en Nature, ya que en el mismo los investigadores, utilizando algoritmos de resonancia cerebral de un banco de datos previo a la aparición del virus, han comparado durante 3 años la evolución de los cerebros en las personas que en algún momento de ese periodo sufrieron infección por SARS-CoV-2 frente a las que no tuvieron COVID.

El resultado es que en los cerebros de personas con infección hay algunas zonas relativamente atróficas, fundamentalmente aquellas situadas en el circuito límbico. Los neurólogos llamamos sistema límbico a aquella parte del cerebro situada en su base que regula las emociones y la memoria. La atrofia encontrada por los investigadores británicos no es muy importante, pero sí es clara la diferencia entre el grupo infectado y el que no lo estuvo, y por tanto permite de nuevo centralizar el debate sobre la potencial capacidad lesiva del virus en el cerebro y también sobre de qué modo es capaz de ejercerla. Para profundizar en el interés y también en las incertidumbres sobre este tema hay que decir que el circuito límbico se encuentra muy próximo al área del cerebro que recoge la sensación de olfato, que como todo el mundo sabe es una de las más afectadas en los pacientes que se infectaban por las primeras cepas. ¿Fue capaz el virus de penetrar hasta su cerebro desde la nariz y lesionar esta zona? ¿Desencadenó en ella una reacción inflamatoria que es la culpable de las lesiones? ¿Si hubiéramos mirado esto mismo en miles de pacientes afectados por cualquier otra infección vírica los hallazgos habrían sido similares? Son preguntas aún sin respuesta, pero sobre la que la Medicina trabaja con la ventaja que da tener miles de sujetos para estudiar. A los pacientes les daré un mensaje esperanzador: las lesiones encontradas en el cerebro son mínimas, no se ven en las pruebas de imagen habituales, y la evolución de la inmensa mayoría de los pacientes es hacia la mejoría.

 
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