Ucrania y la OTAN

Asturias

Pedro Sánchez pierde la oportunidad de darle un mandoble a derecha e izquierda. Pero ¡yo qué sé! Sería un pésimo jefe de gabinete de La Moncloa, en caso de que me llamara el cargo, que no lo es, y además se me escapan tantas cosas y soy tan lerdo, cazurro, que a buena parte iríamos, diría mi padre. Habría abogado, mi padre no Sánnchez, por salirnos de la OTAN. Ni quisimos estar, ni queremos. Otra cosa son los que votaron coaccionados por un comedriógrafo de Sevilla. Nunca fue preciso sino para para mandar a morir a los pocos e ilustres militares que nos quedan, para dorarle la píldora a los Estados Unidos o para conformar un Estado a la vieja usanza heredada. Para mí, después de tanto siglo XIX y del ‘glorioso’ 36, yo, como tantos otros, es ver un uniforme y cambiar de acera.

A ver si nos entendemos, porque lo que me faltaba a mis años es que alguien interpretara que justifico al Putín invadiendo Polonia, perdón Ucrania. Y que alguien supusiera que el poco, escaso, nulo intervencionismo del Régimen de Burgos tras el 37 hasta el 86, hombre hasta que llegó el tipejo de Las Azores, ¡qué gran estadista!, fuera el sacrosantorum de la política internacional de la nación. Con perdón para Fernando Morán. Un país de paso hacia el Mediterráneo y hacia América después de tanto caos ¿no debiera estarse tranquilito aunque, claro, al albur de los iluminados, de las ocurrencias, los navajazos y la mierda de la política de los cuenteretes? Pues, eso, OTAN, de salida, SI. Yo fui uno de esos diez millones de ciudadanos desgraciados y desclasados que voté NO, de entrada NO a la OTAN. En un colegio electoral donde no había cabina para elegir en secreto la papeleta. Tuve que hacerlo a pelo.