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"La radio es mi novia profesional eterna"

La radio es una madre divisando la orilla bajo su sombrilla mientras escucha una radionovela. La radio es Semana Santa. La radio es carnaval. Y si la radio fuera Cádiz, de algún modo u otro, sería Juan Manzorro

Juan Manzorro y su inseparable Mónica de Ramón, su mujer, en Vejer de la Frontera

Juan Manzorro y su inseparable Mónica de Ramón, su mujer, en Vejer de la Frontera

Cádiz

Hace hoy algo más de un año decidí ahondar en la relación entre la emoción y la radio. Necesitaba tener respuestas a una pregunta que siempre me había hecho desde pequeño: ¿Por qué la radio emociona tanto?

Fue entonces cuando me puse a elaborar una lista de todos los profesionales que serían capaces de arrojarme luz. El primero fue Juan Manzorro. Entonces le escribí. “Hola Manu. La semana que viene estoy libre, así que a tu disposición. El miércoles quizás sea el peor día, pero el resto de la semana, día hora y lugar que mejor te venga”, me respondió apenas cinco minutos después de recibir mi mensaje.

Y así fue. Hablamos, reímos, nos emocionamos. Él me invito a un café y se bebió un zumo de naranja en la terraza del Parador Atlántico de Cádiz. Todo quedó plasmado en una entrevista que nunca tuve previsto publicar pero que hoy ve la luz, lamentablemente.

‘El sonido de los recuerdos’

La radio es el crujir de la mesita de noche en la que ha reposado toda la vida el transistor de mi abuelo Manolo. Es un olor; el de las tostadas recién hechas en la mañana mientras la voz del locutor retumba en los azulejos. La radio al fin y al cabo es historia y, por tanto, son recuerdos. Su sonido es capaz de retrotraerte a un lugar, a un sabor, a una sensación. Casi como un viaje en el tiempo.

Son noches con el aparato bajo la almohada mientras el levísimo hilo de voz que salía de los auriculares te adentraba en el séptimo sueño. Son mañanas de atascos. Viajes a la playa con varios hermanos acurrucados en las piernas de los mayores. La radio es una madre divisando la orilla bajo su sombrilla mientras escucha una radionovela. La radio es Semana Santa. La radio es carnaval. Y si la radio fuera Cádiz, de algún modo u otro, sería Juan Manzorro.

Este vejeriego de figura quijotesca y mejillas clavadas forma parte de la historia de la radiodifusión de esta tierra donde el sol se pone despacito, por si al día siguiente no le dejan volver a salir por la playa de Cortadura. Me he citado con él en el Parador Atlántico, un lujoso hotel que ha visto pasar por sus habitaciones muchos de los artistas que han pisado, con mayor o menor éxito, las tablas del Gran Teatro Falla. Esas que Juan ha visto decenas de veces.

Cuando llegué a Cádiz él fue el primero que me miró acogiéndome, dándome la bienvenida, interesándose por mí. Pronto aprecié lo mucho que se le quiere y, con el paso de los meses, entendí a la perfección por qué. Manzorro es Manzorro. Y a Manzorro no se le puede no querer.

Han pasado unos minutos de las cinco de la tarde, la hora de nuestra cita. Lo primero que veo al levantar la mirada es a Juan caminando hacia mí, con la playa de La Caleta de fondo y su bufanda, levemente anudada al cuello, dejando una estela a su espalda por culpa del poniente que se ha levantado hace unas horas.

Toda su gestualidad revela que tras esa apariencia espigada, discreta y simple, se esconde exactamente eso: un tipo de aspiraciones terrenales, de excelentes modales, humilde y honesto. Hasta en su manera de detenerse ante mí, colocándose a mi lado e invitándome a acompañarle caminando por la acera con la palma de su mano en mi espalda demuestra su manera de ser.

“Empecé en la radio en 1986. O sea, para tres o cuatro meses” responde con ironía cuando le pregunto por sus inicios. Su relación con la radio arrancó en la emisora municipal de Cádiz, “haciendo carnaval, Semana Santa y algo de deporte”. Dice Juan que tiró “por esa vía” y que se siente feliz por todo este tiempo de trabajo con empeño y constancia. Y es que Manzorro encarna a la perfección ese tipo de periodista de provincia, apasionado de su trabajo y de contar las cosas de su tierra. “Trabajamos en un medio cuyo principal valor es la proximidad, la cercanía. Ahí estriba gran parte de su encanto”, asegura.

Aunque ahora trabaja mucho más en televisión, para él la radio ha sido y es “una novia de 25 años que es difícil de olvidar de un día para otro”. Por eso cuando le llaman para alguna unidad móvil o para alguna transmisión de carnaval acude encantado y sin pensarlo un solo segundo.

— ¿Por qué crees que la radio emociona tanto, Juan? ¿Dónde está la clave?

— Seguramente porque forma parte de nuestra vida, porque es una compañera inseparable y porque tiene una conjunción de situaciones que emocionan, que divierten. Los testimonios, la descripción de los hechos, la música... Todo hace que te identifiques con este medio. Esa identificación con el medio se convierte en casi un sentimiento de pertenencia cuando hablamos de la radio local. La proximidad del oyente con los temas de los que habla acentúa las emociones y la forma en que la radio se escucha y se siente. No es lo mismo que un gaditano escuche hablar de un altercado en Plaza Catalunya a que ese incidente haya sucedido en la Plaza de Mina.

Hacer información cercana, apunta Juan, “es más complicado que hablar del Ministerio de Defensa. En Madrid, las grandes estrellas del medio y sus equipos no es que lo tengan más fácil, pero sí es menos complicado darle en los tobillos a un ministro que al concejal de tu pueblo”.

En el momento en que tenemos esta conversación, la última cobertura que ha realizado ha sido la de la manifestación de los hosteleros gaditanos. Juan la describe así: “Me llenó tanto verme con mi inalámbrico en la avenida, Manu. Contando lo que estaba pasando, la incertidumbre, las preocupaciones, los miedos, temores y deseos de seguir trabajando de ese colectivo fundamental en nuestra vida... Me satisface tanto contarle a Andalucía lo que pasaba en Cádiz en ese momento que me sentía muy bien”.

Esta es la radio local. La que sigue pisando la calle, la que sigue pulsando su ambiente mirando a los ojos a los protagonistas. La radio que la gente ve representada en un locutor, de pie, frente a la pancarta paseando junto a los manifestantes.

“He tenido dos amenazas de querella, una por el mundo del carnaval y otra por la Semana Santa. En carnaval fue porque hice referencia a un local de una agrupación, diciendo que merecía uno más digno. Con la Semana Santa fue porque en una ocasión contamos que unas monjas habían cantado a un paso cuando el cortejo pasaba por delante de donde ellas impartían clase. Las hermanas ese día no estuvieron especialmente inspiradas y nosotros le pusimos un poco de humor al asunto (ríe). Unos señores se enfadaron mucho y dijeron que se iban a querellar”.

Sucede, además, que el carnaval y la Semana Santa son dos temáticas donde las vísceras tienen especial protagonismo en su día a día y en el universo que les rodea. Y de eso Juan sabe un rato. Durante más de tres décadas lleva narrando carnaval desde un palco del Gran Teatro Falla y se ha pateado todos los adoquines de las estrechas calles de la capital gaditana haciendo lo propio con la semana de gloria.

— ¿Dónde está el límite entre describir la emoción del carnaval y la Semana Santa o caer en el ‘ojanismo’?

— El carnaval es un mundo tan complicado, que su gente tiene todo mi respeto y consideración. Eso, que vaya por delante. En cuanto a mí, pues tengo unas luchas internas a la hora de contarlo, pero no soy especialmente leñero. En carnaval cultivo más la información que la opinión. Aun así, siempre nos dicen que no nos mojamos.

Otro de los valores de la radio que representa Juan Manzorro es el marcado carácter histórico que acumula entre la sociedad, otro de los motivos por los que le pedí, hace una semana, que se sentase conmigo.

El olor a historia que desprende la radio, que ha sido testigo impertérrito durante décadas, hace que su sonido se grabe a fuego en la memoria de quienes la siguen escuchando. En el caso de Radio Cádiz, ha sido la emisora que, por excelencia, ha acercado el carnaval a los gaditanos. Ese sonido sigue retrotrayendo al oyente a su infancia, a cuando aprendía a llevar el ritmo del pasodoble con los nudillos en la mesa del salón, a los cassettes de carnaval que grabó su padre; al sonido viñero. Ese es otro de los vínculos de la radio y la emoción: la historia. Y en esa historia, al final, el locutor se convierte en parte propia de la ciudad, en una calle más, en otro elemento carácterístico de la misma. Y eso le ha sucedido a Juan Manzorro.

Juan pudo sentir ese cariño de su pueblo cuando, después de que le detectasen un cáncer que ahora ha vuelto tras conseguir recuperarse una primera vez, en las tablas del Falla sonó su nombre. A eso se refiere sin dudarlo cuando le pregunto qué es lo más bonito que ha vivido en antena.

“Hace 3 años me operaron de cáncer y recibí tantas toneladas de cariño y de apoyo. Eso me hizo sentirme muy feliz y fue gracias a mi profesión. Todo ese manantial de cariño es porque llevo más de 30 años contando la vida de Cádiz de forma sencilla, sin divismo. Soy un simple locutor de provincia que es lo que, por otra parte, he querido ser siempre. Que en el escenario del Gran Teatro Falla se cantara mi nombre y se hiciera una copla de mi trayectoria profesional, créeme que lo digo sin vanidad, fue muy hermoso y en un momento muy difícil”.

Aunque no todo han sido glorias radiofónicas. También ha habido gazapos que han quedado para la historia:

— Hace unos años una agrupación canto un cuplé en el que hablaban de la virgen Macarena. Levantó mucha controversia porque decían de la virgen que usaba ‘wonderbra’. Estábamos en el carrusel de coros para toda Andalucía y empezamos a marear la perdiz, porque los coros no llegaban... Entonces salió el cuplé en cuestión”.

— ¿Y qué dijiste? Le pregunto mientras aguanto la risa.

— Pues entonces tercié yo y dije: “Qué duda cabe que... el cuplé ha levantado...”. Efectivamente, Manu, no dije que había levantado ampollas, sino exactamente lo que tú estás pensando.

Ambos reímos echándonos las manos a la cabeza y, a continuación, Juan le pone la puntilla:

— Se hizo un silencio espeso en antena y seguimos hablando como si no hubiera pasado nada... aunque lo recuerdo con sudores fríos. Además es que lo dije con plena nitidez: “qué duda cabe que es un cuplé que ha levantado pollas”. Y me quedé tan fresco.

Juan ríe mientras repasa la comisura de sus labios con los dedos y es en ese momento cuando decido concluir la charla. Lo hago, paradójicoamente, con la primera pregunta que plasmé en el cuaderno cuando me puse a preparar su entrevista.

— Juan, y para ti, ¿qué es la radio?

— Es la fábrica de mis sueños de juventud. Mi novia profesional eterna. La que despertó en mí ilusiones y la que me sigue dando el privilegio de darle vida. Eso es una grandísima suerte.

Así es Juan Manzorro. Lo opuesto a la vanidad, a la pedantía y al periodista aburrido por el paso de los años. Locutor de provincia, de la de Cádiz concretamente. Él ha contado sus luces y sus sombras y ha regalado emociones de todo tipo a oyentes de toda clase y condición. Desde monjas cantarinas hasta al trabajador de astilleros que temió por su futuro cuando escuchó en la radio que desmantelarían su factoría.

La radio de Cádiz es Juan Manzorro. Su línea discreta, de rigor, credibilidad y pasión le ha convertido en una figura más de la compleja idiosincrasia gaditana. No ha levantado muchas ampollas, pero entre levantás y cantos al levante en el Falla, Juan se sigue levantando cada día para contar, a su gente, las cosas de su tierra. Así de simple. Así de imprescindible.

Manu Sola

Manu Sola

Redactor y locutor de informativos. Se incorporó a Radio Cádiz en 2018, procedente de Radio Sevilla....

 

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