Jesús Arbués: "Pocas cosas no parecen de cartón"

Zaragoza

Hace tiempo que sabemos que vivimos en la era del simulacro. Que el espectáculo ha suplantado la realidad ya no es la cuestión. El problema es la calidad y el genio del espectáculo. Por ejemplo, en los mítines políticos se ha dejado de poner de fondo chicos y chicas guapos que parecían sacados de una serie juvenil de éxito para enseñar vacas, ovejas o jamones. Ahora el mitin parece una escena de "La casa de la pradera". Cualquier día saldrán a hablar con la gallina en la cesta, a lo Paco Martínez Soria.

En el Congreso de los Diputados ser arma el lío a cuenta de uno que se equivoca votando. Y, visto el resultado, parece que lo menos importante era lo que se votaba: una ley que afecta la vida de los ciudadanos de manera importante y estos deben observar atónitos la escena entre Valle-Inclán y Berlanga.

El show continúa. Los bancos eran la esencia a la seriedad. Allí no había espectáculo, aparentemente. Empleados de gruesas gafas nos regalaban una cubertería fea, pero de verdad. Pues bien, ahora se han convertido en escenografías de pop art, con paneles negros y pantallas LED que proyectan imágenes vacías. Es un espacio donde parece que pueden servirte en cualquier momento un gintonic, pero que si quiere sacar o meter dinero tienes que irte a la calle.

Hasta la guerra se televisa y cada contendiente pone su tráiler previo a la película: mesas grandes para significar la distancia, como en el cine ruso simbolista; imágenes de desplazamientos de tropas, como un anuncio del éxito bélico.

En medio de este show cada vez más degradado nos quedan pocas certidumbres, cosas que no parezcan de cartón. Quizá el bar de la esquina de paredes amarillentas, dónde todavía no ha entrado el diseño, con una televisión puesta donde sale la reina de Inglaterra, que siempre estuvo allí. Ese es posible que sea el único sitio donde uno no siente que está dentro de show de Truman.

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